EL PACTO DE DIOS

EL PACTO DE DIOS: "El Señor te pastoreará siempre, en las sequías saciará tu alma, y dará vigor a tus huesos, y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca se agotan. Y los tuyos edificarán las ruinas antiguas, los cimientos de generación y generación levantarás, y serás llamado reparador de muros caídos, restaurador de casas en ruinas" Isaías 58.11-12

sábado, 24 de septiembre de 2011

Carta de Marcos al hombre del Siglo XXI

Me llamo Juan, en hebreo mi nombre significa “don de Dios”, aunque algunos en Roma me conocieron como Marcos cuyo significado es “siervo”, y otros me llamaban Juan Marcos mezclando mis dos nombres, recientemente me he enterado que neme conocen como Marcos el evangelista.

 

Yo nací por los años 20 a.C. en Jerusalén. Mi madre se llamó María, y en cuanto a mi padre, él murió cuando yo aún era joven, pero por la gracia de Dios tuve en Simón Pedro, el que lo conocían simplemente como Pedro, a mi padre espiritual pues desde que lo conocí me enseño muchas cosas de Aquel cuyo Nombre es sobre todo nombre.

 

Mi madre y yo gozábamos de una muy buena situación económica, es que mis antepasados eran gente acaudalada, por lo cual teníamos propiedades y hasta sirvientes, una de ellas de repente la conoces, su nombre era Rode… fue la que abrió la puerta de nuestra casa a Pedro, cuando todos estabamos orando por él para que Dios le libere de la cárcel, porque Herodes le había tomado preso, antes de matar a Jacobo. Eramos muy amigos con los apóstoles, pues como lo dije anteriormente, en nuestra casa se reunían para compartir y orar, especialmente en esos tiempos difíciles cuando empezó la persecución de la iglesia.

 

Mi tío era Bernabé, el de Chipre, el cual se hizo muy amigo de Pablo, desde que fue a buscarlo a Tarso, su lugar de origen, para traerlo a Antioquía donde se congregaron allí por un año. Yo conocí a Pablo cuando ellos fueron a Jerusalén a llevar ayuda de la iglesia de Antioquía, pues hubo una gran hambruna y una fuerte necesidad entre los hermanos de Jerusalén. Cuando regresaron a Antioquía me llevaron con ellos. Al poco tiempo, el Espíritu Santo ordenó a la iglesia enviar a mi tío Bernabé y a Pablo a un viaje para predicar las Buenas Nuevas hacia otras ciudades del Asia, y yo los acompañé para ayudarlos en esa labor misionera.

 

Las ciudades que visitamos fueron Salamina y Pafos, en la isla de Chipre, pero cuando llegamos a Perge de Panfilia, en continente asiático, desistí de continuar con el viaje y me aparté de ellos regresando a Jerusalén. Muchos me han preguntado porque tomé esa decisión tan drástica, pero creo que aún no estaba preparado para esa gran empresa. Yo era relativamente joven todavía, y las condiciones difíciles del viaje, el alejamiento del hogar, los retos de ingresar a una nueva cultura fueron demasiadas emociones juntas que me hicieron declinar. 

 

Lamentablemente, esta decisión mas adelante provocó un fuerte desacuerdo entre mi tío y Pablo, pues cuando decidieron realizar un segundo viaje, Bernabé quiso que yo les acompañara, pero Pablo se opuso argumentando que yo me había apartado de ellos en aquella oportunidad.

Esto originó que tomaran diversos rumbos pues Bernabé partió conmigo a Chipre, y Pablo continuó con la obra en Asia acompañado de Silas, quien era un hermano de Jerusalén que había sido enviado por los apóstoles y ancianos para transmitir el sentir de ellos y consolar a la iglesia de Antioquía por cargas que querían poner los “judaizantes” sobre sus hombros respecto a la circuncisión.

Gracias a Dios, después de algunos años este incidente quedó en el olvido, pues estuve con Pablo en Roma acompañándole en su trabajo de predicación del Evangelio llegando a entablar un estrecha amistad con él, siéndole útil para el cumplimiento del trabajo que el Señor le había encomendado… si hasta en una carta le pidió a Timoteo que me llevara a Roma … ¡porque le era útil para el ministerio!

 

¿Sabes?... yo  no conocí a Jesucristo como los apóstoles. En verdad, debo confesarte que me hubiera gustado muchísimo conocerlo personalmente, como ellos, pero es como si lo hubiera sido, pues Pedro me habló mucho de Él.

 


Aún recuerdo su relato de lo que sucedió en el Monte Hermón cuando Pedro, Jacobo y Juan fueron llevados por Jesús ahí, y repentinamente el rostro de Jesús empezó a resplandecer como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la nieve, apareciendo Elías con Moisés, cuando de pronto una nube los cubrió, y una voz les dijo: “Este es mi Hijo amado, a Él oíd”… ¡te imaginas haber sido testigo presencial de la Gloria de Jesús!... ¡qué privilegio el de ellos!... no te parece?... ¡poder ver a Jesús en Su gloria conversando con Elías y Moisés!... debe de haber sido una experiencia inolvidable.

 

Sí, el carpintero de Nazaret, era el siervo que Dios había enviado para morir por nosotros, El vino a dar su vida en rescate por muchos, era el Salvador que había enviado al mundo, pero también era Dios hecho hombre.


Ps. Félix Jara

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