Hace unas pocas horas, personas del todo el mundo estaban mirando sus relojes para estar listas cuando entrara el Año Nuevo. Miles de personas se reunieron en sus casas, en amplios locales, en las playas o en los lugares más representativos de sus ciudades:
La Plaza Roja en Moscú, la Catedral de San Stephen en Austria, en el corazón comercial de Hong Kong, en Australia, en la India, entre otros, y millones lo vieron por televisión.
La Plaza Roja en Moscú, la Catedral de San Stephen en Austria, en el corazón comercial de Hong Kong, en Australia, en la India, entre otros, y millones lo vieron por televisión.
Los parranderos gritaron, los cristianos oraron, los jóvenes tocaron cornetas y bailaron para dar la bienvenida al nuevo año y hasta entonaron la famosa "cuenta regresiva". Muchos hicieron un brindis y todo el mundo dijo "Feliz Año Nuevo" a alguien.
Eso lo hemos hecho a lo largo de los últimos años, a los que aún nos Dios ha permitido la bendición de vivir hasta hoy. Y lo haremos seguro de nuevo el año próximo. Pues el tiempo pasa implacable e inexorable trayéndonos gozo, tristeza, dolor y felicidad, desilusiones y victorias.... y otro nuevo año.
Sin embargo, a partir de las 12 de la medianoche, más de viente "instrumentos" diferentes ya han empezado a demostrarnos el paso del tiempo, desde nuestro reloj de muñeca, el despertador de la mesa de noche, el reloj de pared de la casa, y hasta el celular. La computadora nos dice la hora y también el reloj del escritorio. Los relojes del aula nos dicen cuándo termina la clase. El auto que tiene un reloj digital en el tablero. Y también camino a mi hogar, cuando miro el enorme reloj de la Catedral en la Plaza Mayor de Lima.
Los relojes registran el tiempo del hombre hasta el último segundo. Mucha gente tiene agendas para ayudarse a planificar el tiempo y recordar las citas. Muchos no descansan hasta que tienen el tiempo planificado para el día o la semana, y se molestan cuando esa agenda se altera.
Sin embargo, el reloj de Dios es diferente del nuestro. Su tiempo muchas veces interrumpe nuestro horario, a pesar de nuestros mejores esfuerzos de mantener el control. Aceptar su horario es una parte difícil de la madurez espiritual. Las interrupciones, los retrasos, los despidos, los cambios y los accidentes forman parte de la vida, y Dios nunca se sorprende con ninguno de ellos, aunque a nosotros nos pueden asombrar.
Pablo trató de llegar a Roma, pero siempre algo lo retrasaba (Romanos 1.13).
Rom 1:13 Pero no quiero, hermanos, que ignoréis que muchas veces me he propuesto ir a vosotros (pero hasta ahora he sido estorbado), para tener también entre vosotros algún fruto, como entre los demás gentiles.
Como el apóstol puede que hayas planeado viajes maravillosos o acontecimientos y encuentros especiales para este año. Y tal vez no se materialicen, pero al final puedes estar seguro de que el TIEMPO DE DIOS ES PERFECTO.
RECUERDA QUE DIOS TIENE EL TIEMPO EN SUS MANOS.
(*) Adaptado de Nuestro Andar Diario.
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