EL PACTO DE DIOS

EL PACTO DE DIOS: "El Señor te pastoreará siempre, en las sequías saciará tu alma, y dará vigor a tus huesos, y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca se agotan. Y los tuyos edificarán las ruinas antiguas, los cimientos de generación y generación levantarás, y serás llamado reparador de muros caídos, restaurador de casas en ruinas" Isaías 58.11-12

domingo, 6 de noviembre de 2011

Carta de Juan al hombre del siglo XXI

Mi nombre es Juan. Nací en Palestina. Mi padre se llamó Zebedeo, y mi madre Salomé. Yo tenía un hermano, llamado Jacobo. Vivíamos en Capernaum, en Galilea, y gozábamos de una buena posición económica, pues mi padre tenía un negocio relacionado con la pesca. Se cree que mi madre fue hermana de María, y consecuentemente, éramos primos con Jesús. Mucho se ha especulado de este hecho, pero mejor dejemos la historia allí, pues si te escribo esta carta no es para contarte mi relación familiar con Jesús, sino mi experiencia con Él.

Quizás te estás preguntando ¿Cómo fue que conocí a Jesús?. En realidad ya sabía de Él, pues aquí en Palestina las noticias corren muy rápido. Dos cosas habían sucedido en la región relacionadas con Él que me habían  impresionado profundamente; la primera su conversación con Natanael, y la segunda la conversión del agua en vino en una boda en Caná de Galilea.

En ese encuentro, Natanael no se podía sobreponer de su sorpresa, pues Jesús delante de varias personas le dijo que él era un verdadero israelita en quien no había engaño. ¡Pero si nunca lo había visto! como podía haber dicho eso de él. Así que Natanael sumamente sorprendido le pregunto qué de donde lo conocía, pues él no recordaba haberlo visto antes. Cual no sería su sorpresa cuando Jesús le respondió que antes de que se encontrara con Felipe -él que le había presentado a Jesús-, ya Él lo había visto debajo de la higuera. 

Lo que dijo después Natanael de Jesús, cuando me enteré, me dejó totalmente confundido. "Rabí, tu eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel". ¡Tu sabes lo que era en esos tiempos decir eso! ¡Prácticamente te estabas jugando la vida! ¡Si te escuchaban los fariseos de seguro que te apedreaban!¿Cómo había podido discernir Natanael que Jesús era El Hijo de Dios?. Sabes, siempre se lo he preguntado a Natanael, y él sólo me mira y se sonríe, y me dice: "Juan, algún día lo sabrás".

Estos, y otros eventos en toda Palestina, como la declaración de mi tocayo Juan el Bautista de que Jesús era el Cordero de Dios, fueron preparando mi corazón para mi decisión final con relación a Él. Así que un día soleado estábamos en nuestra barca en el mar de Galilea, cosiendo las redes de pescar luego de una jornada de trabajo: mi padre, mi hermano y yo; cuando de pronto pasó Jesús con dos amigos nuestros: Simón y su hermano Andrés, los cuales también eran pescadores como nosotros, y nos llamó para que le siguiéramos. La verdad no sé qué sucedió sólo se que me encontré parado, y caminando detrás de Jesús, cuando volteó para ver a mi padre  mi hermano estaba detrás de mí haciendo lo mismo que yo. ¿sabes? esa fue la mejor decisión que he tomado en mi vida, y cuando me cuestionan de cómo pude dejar mis negocios por ese llamado, y me preguntan si volvería a hacer lo mismo si volvería al pasado yo les contesto con plena seguridad ¡SÍ, LO HARÍA NUEVAMENTE, CREO QUE FUE LA MEJOR DECISIÓN DE MI VIDA!

Yo no sé como nos pudo escoger, pues reconozco que era muy impetuoso, y a veces indisciplinado, como mi hermano Jacobo. Por esta razón Jesús nos puso un sobrenombre, con el cual a veces nos llamaba, y nos decía... "Los Boanerges". ¿Sabes que significaba?... te lo voy a decir,  "los hijos del trueno". Muchas veces me he puesto a pensar porque eramos así, y he llegado a la conclusión, que fue por el trabajo que realizábamos que nos hizo así, rudos y explosivos.

Mira como eramos de intolerantes que recuerdo en una oportunidad como unos samaritanos no quisieron recibir a Jesús en su aldea, así que nos acercamos a Él y le sugerimos que si podíamos hacer para que descienda fuego del cielo y sean consumidos, tal como lo hizo una vez Elías. ¡No sabes como se molesto Jesús con nosotros!, en verdad no entendíamos la trascendencia espiritual de nuestras vidas, y nos dijo algo que hoy entiendo con claridad: "Vosotros no sabéis de qué espíritu sois; porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas".   

¿Me preguntas como era Jesús?. Era diferente a todos los que en mi tiempo querían irrogarse títulos de maestros, sacerdotes o profetas, como de seguro ocurre en tu época. Recuerdo que una vez fuimos a casa de Jairo, pues su hija estaba muy enferma, y él deseaba que la sane. Sin embargo, llegando a su casa nos informaron que la niña ya había muerto, y que era inútil continuar con la idea. Pero Jesús dijo que la niña sólo estaba dormida, todos los que la habían visto muerta se rieron, sin embargo Él insistió, de tal modo que ingresamos con Jesús, Pedro, Jacobo, los padres de la niña, y por supuesto yo. Lo que ocurrió adentro nunca lo olvidaré, Jesús se acercó a la niña, la miró, y le dijo "talita cumi"; yo en un principio no lo podía creer... ¡lentamente la niña empezó a abrir los ojos!.... de lo fría y pálida como la encontramos ahora su rostro empezó a cobrar calidez y su piel la tersura propias de su edad. ¡En verdad no lo podía creer! pues si bien su sabiduría y enseñanzas excedían los hechos y comportamiento de los llamados "sabios y maestros de la ley" de la época, el resucitar a los muertos era diferente.


Pero, muy pronto aprendí la lección, porque después de un tiempo Jesús fue arrestado y crucificado injustamente, yo fui el único de los doce que estuvo al pie de de la cruz, y vi su agonía y muerte... al mirarlo colgado de esa cruz yo pensaba... si Él habría podido resucitar a mucha gente ¿acaso no podía también resucitar Él mismo?.

Muchas ideas se agolpaban en mi mente luego de su muerte, pero todo se aclaró cuando las mujeres que habían salido muy de mañana vinieron corriendo, y con voz agitada, nos informaron que su cuerpo ya no estaba en el sepulcro. Entonces salimos Pedro y yo corriendo en dirección al sepulcro, y llegando primero vi la piedra a un lado de la tumba, me paré frente al ingreso... un sudor y escalofrío me inundaron mi ser, y no quise entrar, sino que esperé que Pedro entrara... en verdad, no sé porque no entré ¡si yo había sido su discípulo amado!. Cuando ingresé puede ver los lienzos doblados sin el cuerpo ¡recién pude comprender todo lo que Él nos decía! ¡Verdaderamente había sido el HIJO DE DIOS, era Dios que había estado con nosotros, el VERBO hecho hombre, Aquel que era en el principio había estado con nosotros todo el tiempo!


Han pasado ya muchos años en los cuales no he descansado de dar testimonio de Jesucristo. De los doce que anduvimos con Él sólo quedo yo, fui arrestado en Éfeso y me llevaron a Roma.

Hoy me encuentro en la isla de Patmos que es donde te escribo, ya me siento cansado y los años han deteriorado mi salud, solamente espero que Aquel que me llamó a servirle, me llamé a gozar de Su presencia. Espero verle cara a cara, oh cuanto anhelo ese momento.

Todo lo que te contado es verdad, y si aún no lo conoces Él te está llamando a seguirle como lo hizo conmigo; y si tú ya le conoces sé un buen testigo de Jesucristo, y comparte las buenas nuevas del Evangelio, el tiempo se acerca.

Me despido de ti. Nos vemos en la eternidad. Tu amigo,

Juan. 

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