Hace algunos años un hacendado poseía muchas tierras a lo largo del litoral del sur de Chile. Constantemente anunciaba estar necesitado de empleados. La mayoría de las personas estaban no tan dispuestas a trabajar en éstos campos del sur. Era lógico, temían los horribles lluvias que barrían aquella aislada y peligrosa región, pues hacían estragos en las construcciones y en las plantaciones.
Buscando empleados nuevos, recibía muchos rechazos, hasta que finalmente un hombre bajo y delgado, de edad media se presentó en la casa del hacendado.
En la entrevista el dueño de la hacienda le hizo la pregunta de rutina: ¿Es usted labrador?
"Bueno, yo puedo dormir cuando el viento sopla y cae la lluvia", fue la respuesta que recibió del pequeño hombre.
Confundido con la respuesta, el hacendado desesperado por ayuda, no le quedó otra que emplearlo. El hombre trabajó bien en todo el campo, desde el amanecer hasta el atardecer, con la natural satisfacción por parte del hacendado.
Pero una noche, el viento sopló fuertemente y las lluvias comenzaron a caer sobre la hacienda. El hacendado saltó de la cama, agarró una lámpara y corrió hasta el alojamiento del empleado, el cual se encontraba plácidamente dormido. Sacudió al pequeño hombre gritándole: ¡Levántate! ¡Una tempestad está llegando! ¡Amarra las cosas antes que sean arrastradas!. El hombrecito se despertó lo miró fijamente, y le dijo firmemente: "No señor, yo ya le dije: "Yo puedo dormir cuando el viento sopla y la lluvia cae".
El hacendado se enfureció por la respuesta, incluso estuvo tentado a despedirlo de inmediato. Pero en lugar de eso, se apresuró a salir y preparar el terreno para que la tempestad no hiciera estragos en la hacienda, del empleado se ocuparía después.
Para su asombro encontró que todo estaba en orden: las parvas del heno habían sido cubiertas con lonas firmemente atadas al suelo. Las vacas estaban bien protegidas en el granero, los pollos en el gallinero, y todas las puertas muy bien aseguradas. Las ventanas bien cerradas. Todo estaba amarrado. Nada podría ser arrastrado por la tormenta y las lluvias.
El hacendado entonces entendió lo que el empleado le había querido decir. Y retornó a su cama para también dormir cuando el viento soplaba y la lluvia caía.
¿Que nos enseña esta historia ocurrida en una de las haciendas del sur de Chile?, muchas cosas.
Una de ellas es que cuando haces bien las cosas no tienes porque preocuparte por las consecuencias de tus actos pasados. O cuando te preparas bien para un examen o una entrevista de trabajo el afán ni la angustia te dominarán pues te preparaste a conciencia y no perdiste el tiempo.
Haz todo a conciencia y esfuérzate al máximo, deja lo demás en las manos de Dios, y luego acuéstate y échate a dormir en paz. En resumidas cuentas, haz las cosas como si fueran para el SEÑOR, esto es, con la excelencia que las cosas del SEÑOR ameritan, y veraz los resultados y la transformación en tu vida.
Te haré una pregunta ¿Puedes dormir cuando los vientos soplan y las lluvias caen en tu vida?
El salmista podía decir:
Salmo 4:8 En paz me acuesto y me duermo, porque sólo tú, Señor, me haces vivir confiado.
¿Y tú puedes decir lo mismo?
Cuéntale la historia a tus hijos, nunca se olvidarán de ella, estarás haciendo de ellos hombres y mujeres responsables para el futuro. Ah, te dejo está hermosa canción, muy pertinente por cierto.
Que la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento inunde tu alma y tu mente, aún en medio del fuerte viento y de la lluvia.
Que la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento inunde tu alma y tu mente, aún en medio del fuerte viento y de la lluvia.
Ps. Félix Jara
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